viernes, 2 de enero de 2009

La Nota







Sonrió para sus adentros, nadie reparaba en el, mientras su mirada penetraba en ese rostro dormido, quieto, afilado, marmoleo. Ningún gesto facial, ningún movimiento, la más mínima emoción se reflejaba en Claudio, como si no estuviera ahí, sintiendo la partida de aquel que observaba inerte.
¡Qué tipo tan estúpido! ¡qué forma de vivir su basura!.
Pensaba para sí, mientras intentaba con vano esfuerzo, sentir un poco de compasión por el difunto. Una figura paso cerca de él, sin tomarlo en cuenta, aproximándose al ataúd para mirar al que dormía el eterno sueño. Claudio se hiso a un lado para no estorbar a los curiosos, después de todo lo conocía tan bien que, no valía la pena que estuviera ahí dándole su ultimo adiós.
-¿Cómo pudo defráudarme cuando le daba todas las oportunidades para salir de su infierno?, No tuvo la voluntad para empujar, El siempre, siempre supo su camino y nunca lo tomo –
- ¡Pendejo! - Como pudo pecar de esa forma. En la mente de Claudio bailaba un estribillo leído alguna vez por quien sabe quien, en alguna pare, no recordaba donde, que le taladraba el cerebro, sangrándole el corazón.
“Pues aquel que peca por segunda vez
Despierta un alma muerta al dolor
Y la arranca de su sudario inmaculado y la hace sangrar de nuevo
Y la hace sangrar en vano...
Tal vez lo que había hecho al morirse, lo había hecho muy bien ¡perfecto!.
¡Como soñamos cuando niños! ¡Cuánto viajamos a través de la imaginación!
Navegantes del mundo viviendo la felicidad plena de la niñez y sin embargo... El nunca quiso salir de esa etapa, se estanco. Fue un buen hombre, pero de estos se encuentra lleno el infierno. ¡Qué manera tan absurda de creer en Dios! ¡Hipócrita!. Persignado y mentiroso. No sentía pena por mí, no podía sentirla, me arrastro en su remolino de indefiniciones, como un barco sin timón navegando por dónde el viento nos llevara, obligándonos a ser esclavos de los sucesos y del dolor.
Por fin se había arrancado esa espina que lo lastimaba y de la que tanto le había hablado, espina que lo sensibilizaba y que siempre había estado dentro de el, reclamándole su absurdo proceder...
¡Felicidades compadre! Lo has hecho por fin ahora eres un hombre exitoso. Alguien paso ofreciendo café, pero Claudio no quiso tomar nada, no tenía el menor deseo de ingerir nada en esa casa, de quien tanto la había defraudado.
La noche se abrazaba por las ventanas del cuarto, donde se velaba el cadáver, la temperatura había bajado y los asistentes se cubrían para soportar la velada. Los cuchicheos se oían alrededor, mientras Claudio a unos pasos del ataúd con la mirada perdida en sus reflexiones, parecía una estatua fría , impersonal, pétrea, sin mover un musculo.
Respiro profundamente, nadie tenía la menor atención hacia él, pero eso no le importaba, se sentía libre, como si dejara de cargar un gran peso, libre para caminar por los senderos.
Con una inmensa paz que lo invadía, y dándole una última mirada al cuerpo, se encamino hacia la puerta abierta que conducía a la calle, perdiéndose su figura en la oscuridad, diluyéndose en las sombras.
-Claudio, despierta, ya es tarde, tienes que irte a trabajar –
Oyó la voz de su esposa y de forma pesada y con dolor de cabeza; se levanto con pereza de la cama: Se sentía cansado como si no hubiese dormido una angustia danzaba en su estomago y no sabía porque.
-H a de ser por no haber descansado bien, he de haber soñado tanto, que no dormí realmente, como me gustaría levantarme más tarde pero necesitó de dinero para pagar- e hiso un recuento de sus múltiples acreedores.
Tomó su ropa y al vestirse no se dio cuenta de un pedazo de papel, que caía de la bolsa de su pantalón una nota que en días anteriores, en una biblioteca había copiado de Oscar Wilde que decía:
“Pues aquel que peca por segunda vez.....

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